UN DIA PERFECTO

                                 

Ocurre más a menudo de lo que se piensa. Hay días perfectos en nuestra vida en que todo sale bien o funciona de maravillas. Véase el caso de nuestra casa. Qué tranquilidad notar que las llaves que conducen agua no gotean ni se aprietan y sueltan el chorro que es una delicia, qué  grato comprobar que no falta gas ni agua ni luz ni alimentos, que las ampolletas no se queman, que funcionan a plenitud los artefactos eléctricos, que no hay ruidos extraños, que las llaves abren suavemente, que las puertas no crujen ni se caen, que el auto parte a la primera, que no le falta agua ni aceite ni bencina, que los parabrisas se mueven a la perfección. Y continúa la lista de un día perfecto. Cuando llueve, la casa no se gotea. Bueno esto es casi una quimera: ya no llueve prácticamente. Cuando hay sol, adentro existe agradable temperatura y en invierno el frio no penetra las paredes. No se quiebra ningún plato, vaso o botella. Tampoco hay gritos destemplados. La pareja despierta, al menos tranquila, sin sobresaltos y hasta te mira ya sea con indiferencia, cariño o pasión, depende la luna. La ducha está en su punto y hasta se canta en ella. Es raro, todo el mundo dice “no canto ni en la ducha”. La verdad, nadie canta bajo ella. Si tiene que ir a trabajar, las calles expeditas, la locomoción fiable, la oficina un oasis. No, esto último suena a utopía. En fin, hay tantos factores que se dan y otorgan al ser humano un día perfecto, sin fallas, sin dolores, sin frustraciones, sin malos ratos. ¿Ideal no? Es un día perfecto. Aunque no crea, se da más a menudo de lo que pensamos. Solo cuando algo falla notamos la perfección de esos días. Y ahí estallamos, nos enfurecemos, damos con todo al traste, alegamos, no puede ser, así no vamos a ninguna parte, todo está mal, culpa del Presidente de turno, estos políticos, y sube el torbellino de palabras como espuma de cerveza. De un plumazo se borra lo maravilloso de un día perfecto. De una patada arrojamos lejos la sábana blanca solamente porque tenía un punto negro. No hay salud.

ARTURO FLORES PINOCHET escritor 2020