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Arturo Flores Pinochet
Sea por el hecho de haber vivido en el campo, específicamente en la Península de Pucón (1947-1960), con el maravilloso paisaje de árboles, potreros, lago, lluvias, arboles, pájaros, animales, tranquilidad; sea por las lecturas juveniles, El Peneca (*), El Intrépido Peneca, Okey, Simbad El Marino, El Llanero Solitario; libros a granel, donde prevalece Bomba, el niño de la selva o las películas en blanco y negro de Tarzán o la lectura de La Llamada de la Selva y Comillo Blanco de Jack London o el Libro de la Selva de Rudyard Kipling; sea por timidez, por la contemplación permanente de ese paraíso verde; sea por nuestra naturaleza, por el embrión de escritor, sea por tantas cosas, lo cierto es que constituye realmente una interrogante nuestra inclinación, íbamos a decir compulsiva, por todo lo que represente bosques, animales y aventuras.
Ese inmenso patio desató nuestra imaginativa y nos permitió ensoñar, emplear la pluma, escribir.
Se dio naturalmente.
Bomba y El Peneca
Por solicitud del director de la Revista La Letra Grande, a la cual pertenecemos desde sus comienzos, en el sentido de redactar algo relacionado con nuestro personaje favorito en la literatura, nos vimos obligados a tomar decisiones, a definirnos, a limitarnos en el tiempo. Difícil cuestión. Forzamos la memoria. Pensamos. Y dimos con Bomba. Descubrimos, entonces, que la lectura de los libros del joven héroe representaba, en cierta manera, esa definición y le dedicamos un ensayo.
Posterior a eso, analizamos el tema, de por si interesante, y llegamos a la conclusión, sorprendente por cierto, que tres novelas nuestras poseen como ambiente la jungla, los aborígenes y animales. Isla Pájaros, por ejemplo, es una isla sumergida en la foresta con aves como protagonistas y habitantes. Luego, hay dos novelas ambientadas en la Amazonía, con mucha aventura, foresta, lluvia, indígenas y ciencia ficción.
Entonces, allí estaba “la madre del cordero”.
Pero no era suficiente. Faltaba la guinda de la torta. Proseguimos escarbando en el pretérito y devenimos en El Intrépido Peneca (1957-1960).
In illo tempore, nuestro padre nos suscribió a la maravillosa revista El Peneca (1920-1960) y ésta nos llegaba semanalmente. Disfrutábamos por cierto de sus historietas y leíamos, a temprana edad, los textos que allí se incluían.
Todo era eventos, fantasía y ensimismamiento.
Aventuras de dos ratones
Leyendo el Intrépido Peneca, nos fascinó la historieta intitulada Clorofilo y Mínimo (autor Raymond Macherot), que trata de dos ratones que caen en una isla increíble, Rocan Roca, compuesta por animales que habitan casas y visten como humanos. Ciertamente la inusual tecnología (autos, buques, empresas), antropomorfizando lo natural, nunca nos ha gustado, aunque la historia literaria la usa a menudo.
Y ésta no era la excepción.
Estamos hablando de los años 50.
Los hechos que le ocurren a nuestros dos héroes nos hechizaron de tal modo que, mucho después, ya mayores, pudimos fotocopiar en la Biblioteca Nacional las benditas aventuras de aquellos ratoncitos.
La leímos y releímos varias veces.
Y pese al indudable paso de los años, el interés se mantuvo, nada decreció, nuevamente descorrimos el ensueño y nos sumergimos en la quimera de antaño.
La historia fantástica.
¿Qué fue lo que nos agradó tanto de esas historietas en blanco y negro, con globos encerrando los diálogos, autos del año de la cocoa y todos vestidos a la antigua, con frac, corbatín y sombreros de copa?. Desde luego la llegada a la isla. Iban volando en el dorso de una cigüeña y un temporal los arroja al mar embravecido. Nadan hasta una isla y se encuentran con una calle pavimentada, donde surge de la nada un auto descapotable con un ratón vestido, que los embiste, logrando escapar ilesos del inevitable choque. Es la segunda campanada. El conductor se asombra de su “desnudez” y los lleva a su casa, donde los viste y alimenta. Tercer sonido de campana. En el trayecto les cuenta sobre la evolución de los animales en la isla, el nombre de la isla y cómo han progresado. El combustible de barcos y automóviles…era la menta. ¡Qué tierno!. Cuarta campanada. Allí todos afanan, así es que al día siguiente buscan…trabajo.
Y así comienza la cuestión y las otras campanadas.
Son considerables las peripecias, elaboradas a partir de dibujos pulcros, con excelentes originales, muy dinámicos, sin pretensión alguna, en realidad, maravillosos. La descripción de nuestros protagonistas es acertadísima, mostrando la dualidad de sus personalidades: Clorofilo es responsable, preocupado, serio. Mínimo, al contrario, poco le agrada el trabajo y la responsabilidad, se aburre fácilmente y sólo quiere vacaciones, además de tener un sueño irresistible. El contenido posee la impronta moral consabida, es decir, malos y buenos, con guerras, intrigas, espías, dinero por medio, delicadísimo humor, final feliz, cárcel para el “malulo”.
Es decir, nada que no sepamos.
Pero es tan atractiva la puesta en escena, tan lindos los “monitos animados”, tan ágil la acción, que todo ello no importa y nos dejamos llevar por la trama, por el saber qué pasará, en que concluirá todo aquello, qué ocurrirá en el siguiente capítulo, interrumpido, claro está, por el malévolo “continuará”.
Ha transcurrido la cronología, el mejor juez, y si la historieta la ha soportado con éxito, que lo comprueba su exitosa lectura, aun en época tan tecnologizada como la actual, significa, lisa y llanamente, que es buena, grata y nos enorgullece y emociona haberla disfrutado en nuestra juventud y, después de muchos años, en la adultez.
Gracias, Intrépido Peneca, una revista de lujo, con portada realmente formidable y con un contenido que hizo volar nuestro magín en alas del ensueño.
En síntesis, la lectura de Bomba y la historieta citada, nos impregnaron de este amor por el mundo animal, donde impera la naturaleza con su magnificencia y donde los hombres no tienen cabida. Y si la tienen, no salen bien parados. Resultado, también, de la admiración por el paisaje de la Península de Pucón, con toda su belleza desatada y donde los animales ocuparon siempre un especial sitio en los sueños juveniles.
¡Oh, bellos tiempos que no volverán!.
……..
(*) Para complementar la información sobre esta maravillosa revista, copiamos in extenso un artículo aparecido en la Internet, en el sitio ERGO COMICS:
«LA DÉCADA DEL 50: UNA LARGA AGONÍA
«En la década del 50 «El Peneca» se ve seriamente afectado por la muerte de Coré, siendo muy difícil para todos, asumir su suicidio. Hecho que por largo tiempo se silenció tanto en la prensa como en la revista, pese a ser un rumor muy extendido. Muchos cambios se suceden en El Peneca en estos años: Comienza a aparecer a público los días jueves y no los sábados. En septiembre de 1951 concluyen los 30 años de Roxane como directora. La sucede María Romero, critica de cine y periodista, que dirigió mucho tiempo la revista «Ecrán» y fue también una popular comentarista televisiva. María Romero falleció el 14 de agosto de 1990, a los 81 años.
A María Romero la sucede por poco tiempo Edith Mutzer, antigua integrante del staff de la revista. También es directora por un corto período Graciela Romero, periodista, luego conocida como Toto Romero, y conocida por sus libros sobre la sociedad y la farándula nacional. Posteriormente tomó la dirección la escritora Henriette Morvan, suegra de Coré y ex directora de «El Cabrito» y otras revistas de Zig Zag.
En la segunda mitad de los 50, el cargo será ocupado por el talentoso dibujante español Víctor de la Fuente, que llevaba ya largos años trabajando para Zig Zag. De la Fuente realizó las portadas de «El Peneca» durante varios años y la transformó en una revista de historietas.
A partir de 1958 la dirección de El Peneca es asumida por Carmen Alvayay de Zúñiga a la que la sigue, Odilia Navarro, Ketmis, ex secretaria de Roxane durante muchos años y que se convierte en la última directora de la popular revista. Los continuos cambios de director sólo presagiaban el lento declinar de la revista. La revista tiene en estos años 32 paginas, 2/3 de las cuales son de historietas, imponiéndose ya el globo de texto, pero manteniendo en general el estilo del folletín. Se dejan de publicar las colaboraciones literarias y poéticas de los lectores y hacia fines d elos 50 se empieza a dar gran auge a la escuela de historieta Franco-Belga
Entre el 28 de noviembre de 1957 y el 21 de abril de 1960 (N° 2555 al 2679) circuló como «El intrépido Peneca» bajo la influencia de Víctor de la Fuente. Entre el N° 2680 y el último, el N° 2705, del 20 de octubre de 1960, la revista retomó su nombre original.
No obstante, la popular revista, tuvo una larga agonía en la década del 50, pese a los intentos por levantar sus ventas y los consabidos cambios en la dirección. La publicación en folletín ya no podía competir con las revistas extranjeras, de autores norteamericanos, editados en México, principalmente por SEA, que publicaban historias completas en una sola revista. El Peneca dejó de publicarse el 20 de octubre de 1960, tras 2705 números. Su antigua directora, Roxane, ya anciana y con grandes cambios de temperamento y religión, no sobrevivió a su querida publicación, pues falleció, un mes después, el 7 de noviembre de 1960.
EL PENECA: SEGUNDA ÉPOCA
Hubo una segunda época de «El Peneca». Se publicó como revista semanal, de tamaño estándar, a dos colores. Contó con 26 números, publicados entre fines de 1971 y abril de 1972, a cargo de Francisco Alomar, quién fundó una empresa llamada Publicaciones F.A. y lanzó al mercado una serie de revistas a partir de 1971. La mayoría se imprimió en Copesa o en Litografía Amenábar. La serie principal fue una historieta autoconclusiva titulada «El Peneca», sobre un niño estudioso y deportista, de grandes anteojos, dibujada por Enrique Calvo G. Sin firma de dibujante, se publicó también la serie histórica: «Los viejos estandartes» con guión de Juan Bley. El humor estaba representado por «Cuateleche», humor a lo mexicano, por Tom, quién además creó «El Patito Chiquito», cuyo éxito produciría una revista propia. Máximo Carvajal dibujó una de sus pasiones en las páginas centrales de la revista: Los aviones, y Enrique Videla haría lo suyo con la serie humorística «Las Aventuras de don Leo». Hubo también series extranjeras en folletín como el consabido «Quintín, el Aventurero» y la tira autoconclusiva «Papa Rucha y su hijo mote». «Radan» era una serie sobre un aventurero en la prehistoria, dibujada por el francés André Chéret (años después se publicaría en Mampato bajo el título de «Thor»); «Roy Flash» narraba las aventuras de un futbolista y su equipo, serie inglesa, sin indicación de autor y en formato de folletín;»Los aventureros del espacio», ciencia-ficción, sin indicación de autor. Esta última podría ser de autoría del dibujante chileno Oscar Camino. Otras series que se publicaron fueron «Lobo Negro», aventuras de un indio Sioux y «El Capitán Luna», de las que no se tienen mayores datos.
Pese a todos los esfuerzos, este intento por reflotar el espíritu de la revista infantil más longeva y popular de Chile, devino en fracaso. Ya nadie podría ocupar el sitial de honor que una revista como El Peneca logró en el imaginario colectivo de tantas generaciones de niños y jóvenes que aún la recuerdan como el hito que…»